Sunday, November 29, 2009

Diálogo textual #2

La mujer sin sonrisa

Sofía nunca quería salir del propio mundo dentro de su mente. Se vistió cómo una muñeca, prefiriendo ser la chica más bonita de su pueblo. Llevaba un vestido blanco y perfecto; su maquillaje nunca tenía ninguna mancha. Sus mejillas estaban llenas de color rojo, y su boca siempre de un bello rosado con sonrisa. Parecía que tenía una explicación para todo, pero que siempre era la misma explicación: “Porque mi padre me dijo así.” Por eso, no tenía que estar frente a nada importante, profundo, o triste. De hecho, la idea de la tristeza no existía para ella, igual que la idea de las soluciones negociadas. Pues cuando su padre murió, su mundo cambió totalmente.

“No entiendo,” pensaba Sofía. Por primera vez en su vida a los veinticinco años, tuvo que cuidar de si misma. Tuvo que salir de la casa para comprar comida y otras necesidades; lo que vio no fue agradable. Un día, decidió visitar a una amiga suya sobre lo que estaba pasando en su vida.

“No sé lo que debo hacer,” dijo a su amiga, “Y hay gente en las calles que siempre me asustan.”

“Por qué te asustan, Sofía?” preguntó la amiga Annie.

“Bueno, la verdad es que sé lo que han hecho. La gente que vive en la calle ha hecho cosas muy malas y Dios les dio un golpe trágico. Ahora no tienen hogar y roban sin razón. No trabajan y quieren que todos les paguen por nada. Si ellos miran mi vestido lindo, es obvio que tengo dinero. No puedo confiar en nadie así, Annie. Me van a tomar el dinero y hacerme daño. Mi padre me lo dijo.”

Annie no sabía lo que decir, pues no dijo nada. Fue muy obvio en esta conversación que ella ha vivido con su padre en una casa sin lógica ni entendimiento de lo que pasa fuera de la casa. Las palabras volaron de su boca y desaparecieron con la misma velocidad. Después de algún tiempo y pensamiento, Annie no pudo escuchar más.

“Mira, Sofía, escúchame. Ellos no han hecho nada mal, es que no tienen el dinero que tiene la familia tuya. La culpa no es suya. Lo simpático es ofrecer--”

“Ay, me duele la cabeza. Qué seas moderna; nada de moralejas. Todo lo que oigo es una excusa para que sean flojos. Ya sé que soy precioso y que todos no pueden ser así, pero bueno. Amiga, no seas tonta. Las dos sabemos que esto no es la realidad. Están en las calles, pidiendo limosna, robando…haciendo cosas feas, feas, feas. Son feas, amiga mía. Mira la ropa sucia y el olor terrible. Cuídate. Parece que ya han convencido a ti y si no tienes cuidado, te van a pegar. Mi padre me lo dijo.”

Esa noche mientras durmió, Sofía tuvo un sueño extraño. Estaba caminando por el supermercado para comprar unas cositas. Reconocía algunas caras, pero no sabía exactamente de dónde. Lo extraño fue que no hay muchas personas en las calles, sino muchas personas llevando trajes muy caros, sonriendo y riendo entre amigos. Había un hombre en la calle y la asustaba muchísimo, pero no podía solventar por qué. Intentaba continuar, pero el hombre la siguió. De repente, Sofía empezó a caminar mucho más rápido. “Ay, ¡robará mi vestido y mi bolsa!” pensaba. No pudo correr más rápido que el hombre, quien ahora le tomó del brazo. Mirando en su cara, ella se dio cuenta de que ese hombre era su padre. “¡FEA! ¡FEA! ¡FEA!” le gritó su padre. “¡Tu cara es fea, tu dinero es feo, tu alma es fea!” Sofía se despertó, llorando y sudando a chorros. Fue al baño para poner algún agua fría en su cara y para relajarse un poquito. “Qué horrible,” pensó.

Entró al baño y encendió las luces. Saltó de terror cuando se miró en su espejo, que había sido

roto durante la noche. Estaba llevando unas ropas rasgadas. No tuvo maquillaje.

El color de su cara linda había desaparecido. Cerró los ojos con esperanza de otro sueño. Y cuando los abrió, estaba en la calle, mirando un espejo roto. Y entre

sus brazos había una muñeca sucia, cuya sonrisa había sido tachada.

Por Ashley Moore

Tuesday, November 24, 2009

Ensayo 1

El reflejo de la violencia creada por la sociedad

La historia de Argentina ha sido una de crecimiento y revolución, pero también una de violencia. Esto podemos ver en la mayoría de países latinos. Específicamente, la violencia es dominante en la literatura del siglo XIX y XX. Desde la literatura gauchesca hasta los textos de Luis Borges, es evidente que hay una razón dentro de este leitmotiv. Esta razón es simple: que la violencia en la historia de Argentina está completamente creada por la sociedad misma, igual que la connotación negativa con el gaucho. En este ensayo, analizaremos varios textos con este tema para explorar la construcción de la violencia por parte de la sociedad: Martín Fierro (1879) por José Hernández, El Matadero (1840) por Esteban Echeverría, y finalmente, “El sur” (1944) e “Historia de Rosendo Juarez,” (1870) ambos por Jorge Luis Borges.
Empezamos con Martín Fierro por José Hernández. Este poema muy largo cuenta la historia del gaucho con mucha belleza. Habla sobre varios aspectos de la vida del gaucho. Por ejemplo, el papel de la mujer durante esa época (o la falta del papel, mejor dicho). Además, el poema menciona los hijos de los gauchos; que crecieron algunas veces sin padres por causa de la guerra contra los indios. Más específicamente con respeto a la violencia y la guerra forzada entre los indios y los gauchos, José Hernández muestra claramente que no tenían la opción de decir “no” al gobierno. Las instituciones (o sea, los unitarios) tenían la meta de explotar las vidas de los gauchos (o sea, los federales):
Y no sé por qué el Gobierno
Nos manda aquí a la frontera
Gringada que ni siquiera
Se sabe atracar a un pingo
¡Se creará al mandar un gringo
Que nos manda alguna fiera!
(Mafud 82).
Antes de estas luchas, los gauchos tenían vidas simples y bellas con su música, sus leyendas, y la amistad. Pero después de la violencia impuesta por parte del gobierno, hay una vista muy diferente para los gauchos. En lugar de una vida más simple, hay una visión de violencia inherente con respeto al gaucho. Esto podemos ver con la siguiente lectura.
El Matadero por Esteban Echeverría es una historia llena de sangre y violencia. El título mismo es un lugar en que se mata los animales, pues sabemos que hay sangre y matando. “La figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre” (Echeverría). Pues la figura más respetada fue la que tenía la mayor capacidad de matar. Además, esta lectura habla sobre los unitarios versus los federales:
En aquel tiempo los carniceros degolladores del Matadero eran los apóstoles que propagaban a verga y puñal la federación Rosina, y no es difícil imaginarse qué federación saldría de sus cabezas y cuchillas. Llamaban ellos salvaje unitario, conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la federación estaba en el Matadero” (Agresti 139).
Obviamente los federales serían los gauchos y los unitarios serían el gobierno o la autoridad. En esta historia observamos claramente la lucha entre los federales y los unitarios y cómo esta lucha es construida por los unitarios y sus reglas ridículas. Parece que hay un rasgo inherente de violencia en las vidas de los federales. Mientras los gauchos prefieren vivir más simplemente y sin guerra, los unitarios exigen que combatan contra los indios; no les dejan eligir si quieren pelear o no. Este hecho en si mismo crea muchísimos problemas de una manera muy fundamental: cuando uno toma el derecho de controlar la vida, casi se toma el alma de esa persona. Pues, ¿qué se tiene cuando su vida ya está determinada por fuerzas externas? Esto no sólo es una violencia física, sino también es una violencia interna. Uno puede perder su identidad real.
Otro ejemplo aparece en “El sur” por Jorge Luis Borges. Este texto cuenta la historia de Juan Dahlmann, quien tiene raíces de ambos una línea extrajera y también de una línea criolla. Este es decir que tiene antepasados ingleses y gauchos, quienes peleaban con los indios. “Mañana me despertaré en la estancia, pensaba, y era como si a un tiempo fuera dos hombre: el que avanzaba por el día otoñal y por la geografía de la patria, y el otro, encarcelado en su sanatorio y sujeto a metódicas servidumbres” (Borges 508). Ahora bien, si vemos los dos aspectos, hay muchas diferencias. Primero, hay una historia mucho más prevalente de la violencia con sus antepasados criollos. Casi es un rasgo inherente:


…Juan Dahlmann (tal vez a impulso de la sangre germánica) eligió el de este antepasado romántico, o de muerte romántica. Un estuche con el daguerrotipo de un hombre inexpresivo y barbado, una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas músicas, el hábito de estrofas del Martín Fierro, los años, el desgano y la soledad, fomentaron ese criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso (Borges 506).

Con esta cita, podemos ver que hay una idea de la violencia completamente idealizada. ¿Por qué? Porque en el pasado, los gauchos eran forzados a pelear con los indios a la vez que la autoridad. Y a través de esta lucha, la violencia creció en algo obligatorio para sobrevivir.
Por eso esta idea está moldada dentro y a través de la visión del gaucho para la gente que vive después de aquel tiempo. Por lo que pasó durante ese tiempo, Juan Dahlmann piensa en “la muerte de un gaucho” cómo una con mucho valor:


El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. A un paso de Juan Dahlmann, lo injurió a gritos, como se estuviera muy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esta exageración era una ferocidad y una burla. Entre malas palabras y obscenidades, tiró al aire un largo cuchillo, lo siguió con los ojos, lo barajó, e invitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con trémula voz que Dahlmann estaba desarmado. En ese punto, algo imprevisible ocurrió (Borges 510).

Desde aquí, un hombre muy viejo, obviamente un gaucho, le da algo para pelear. “Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió dos cosas. La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear…” (Borges 510). Este sentimiento, de que sabe que va a morir y todavía sale con el hombre, nos cuenta que sus raíces criollas quizás son más prevalentes que las raíces inglesas. Quiere ser más que un bibliotecario; quiere morir como murieron sus antepasados. Es importante notar que el autor menciona al Martín Fierro, porque allí está dónde vemos el primer cambio de cómo se retrata al gaucho en los textos. En lugar de una vida en las pulperías y música en general, vemos que el gaucho cambia para ajustarse a las exigencias de la autoridad.
Si hay calor, ya no son gente:
Si yela, todos tiritan:
Si usté no les da, no pitan
Por no gastar en tabaco,
Y cuando pescan un naco
Uno al otro se lo quitan
(Mafud 80).
Este cambio permanece para el resto de la representación del gaucho. Otro aspecto para notar es la violencia interna en el caso de Juan Dahlmann. Mientras es otro tipo, todavía es muy importante e igualmente fuerte. No conoce a si mismo, lo cual crea mucha confusión con su propia identidad y cómo quiere vivir su vida.
El último ejemplo la violencia cómo formación del gobierno sería “Historia de Rosendo Juarez” por Jorge Luis Borges. Esta historia es lo más importante. Todo sucede en un almacén cuando un hombre viejo camina por otro hombre y dice que quiere contarle su historia. Esta historia es violenta, pero al fin hay algo muy interesante. Cuando Rosendo va a pelear, tiene un cambio de mente: “No tengo miedo de pasar por cobarde. Podés agregar, si te halaga, que me has llamado hijo de mala madre y que me he dejado escupir” (Borges 418). Vemos aquí que sí, hay algo inherente en un hombre que quiere pelear, pero a la vez, tiene la elección de salir. Rosendo Juarez ve en un espejo el reflejo de un hombre atormentado y enfadado: un hombre que no quería ser. Aquí también hay violencia interna en el personaje principal. Y ésta es la parte interesante: que el gaucho rompió el papel usual de su personaje.
Pues con estos textos, vemos muchos ejemplos de la violencia. Cambia a través del tiempo con la visión del gaucho, y también hay violencia interna por causa de la violencia física y forzada por el gobierno. Es aparente que esta violencia fue construida por el gobierno porque podemos ver un cambio indiscutible en la vida del gaucho después de los eventos con los unitarios y los federales. Este impacto suele permanecer hoy en día también. Sobre todo, el punto principal de este argumento es que la sociedad puede poner expectativas imposibles a la gente. Cuando la sociedad pone ciertas expectativas en sus habitantes, fácilmente las personas se asimilan a esas expectativas. Esto puede afectar a la gente, cómo aquí con el gaucho, de una manera más que físicamente; puede consumir la mente de alguien. Y al fin del día, cómo en “Historia de Rosendo Juarez,” quizás uno pueda tomar la decisión de caminar en otra dirección.


Por Ashley Moore

Wednesday, November 4, 2009

Escritura creativa #2


Reflejo

Hay un problema con esta vista
Porque la imagen en el espejo
No es la mía
Pero es una rota, compleja, desnuda
Con un recuerdo que todavía me quema

Amigo, ¿qué puedo hacer ahora?

Mi espejo cada día me cuenta
Soy un hombre roto,
No vale la pena
Y soy mi propio peor enemigo
Me vuelvo loco por lo que no he hecho

¡Qué reflejo!
Vacío como mis promesas
Promesas, excusas, y más promesas
Te prometo todo
(Pero es una mentira)

Mi reflejo cada día me cuenta
Soy un hombre egoísta
Sólo causo pena
Estas piezas no van juntas todavía;
Esta imagen
No es la mía

Amigo, ¿qué puedo hacer ahora,
Cuando la imagen en mi espejo
No es la mía?

Por Ashley Moore