Monday, October 25, 2010

Roles encontrados de la mujer en 'Como agua para chocolate": Tita y Mamá Elena

Como agua para chocolate (1994) de Laura Esquivel es una novela que cuestiona y desafía al papel de la mujer típica en la sociedad mexicana durante la época de la revolución mexicana. Esta revolución duró unos diez años desde 1910 hasta 1920. A la vez, tiene mujeres que hacen lo opuesto y que confirman esos estereotipos. De inicio leemos que Tita, una de las mujeres principales de la novela, llora mucho por alguna razón que ya no sabemos: “Dicen que Tita era tan sensible que desde que estaba en el vientre de mi bisabuela lloraba y lloraba cuando ésta picaba cebolla; su llanto era tan fuerte que Nacha, la cocinera de la casa que era medio sorda, lo escuchaba sin esforzarse” (3). Su madre, Mamá Elena, es muy diferente y tiene un rol con más autoridad: “Mamá Elena aceptó con agrado la sugerencia pues bastante tenía ya con la tristeza y la enorme responsabilidad de manejar correctamente el rancho…” (5). En este ensayo, analizaremos los roles de Tita y Mamá Elena en Como agua para chocolate y además, cómo son distintos o similares de los de la mujer típica en la sociedad mexicana.

Empezamos con el análisis de Tita porque es la protagonista de la novela. Este cuento empieza con un epígrafe muy importante con respeto al tema: “A la mesa y a la cama, una sola vez se llama.” Es decir que, para una mujer, cuando les llama, se tiene que ir. No importa si tiene que ver con la cocina, las tareas, ni el sexo. Desde el principio, sabemos que Tita nunca puede casarse:

Mamá Elena lanzó una mirada que para Tita encerraba todos los años de represión que habían flotado sobre la familia y dijo: Pues más vale que les informes que si es para pedir tu mano, no lo haga. Perdería su tiempo y me haría perder el mío. Sabes muy bien que por ser la más chica de las mujeres a ti te corresponde cuidarme hasta el día de mi muerte (9).

Pues también sabemos ya que hay mucha tensión entre las dos. Tita es cómo la mujer típica en la sociedad mexicana; que por lo general, no discute a la autoridad. En su artículo “Verbal and Visual Representation of Women: Como agua para chocolate/ Like Water for Chocolate,” María Elena Valdés habla sobre el rol típico de la mujer mexicana, lo cual Tita sigue muy bien:

She must be pious, observing all the religious requirements of a virtuous daughter, wife, and mother. She must exercise great care to keep her sentimental relations as private as possible, and, most important of all, she must be control of life in her house, which means essentially the kitchen and bedroom or food and sex (79).

Tita no puede casarse, ni disfrutar de su sensualidad y vida porque ha sido una limitación inherente en su crecimiento humano desde el momento que naciera. Sí, tiene pasión y creatividad como casi todos. Pero por la personalidad dictatorial de Mamá Elena, no puede expresarla, salvo en la cocina: “De esta época de sufrimiento nacieron sus mejores recetas” (69). ¿Qué pasa con esta dicotomía entre una falta de expresión y la necesidad para libertad? La respuesta es muy simple, y la muestra Tita con su crisis nerviosa. Uno completamente se rompe el espíritu. Y por algún tiempo, el fuego interno se apaga.

No pudo llorar, no pudo hablar, y no pudo pensar por si misma: “¿Vamos a empezar otra vez con la rebeldía? Ya bastante tenías con la de haberte atrevido a coser rompiendo las reglas” (11). Mamá Elena no dejó que nadie preguntara por su autoridad, y no tuvo ninguna identificación con Tita cuando su corazón fue roto por el casamiento de Pedro y Rosaura: “…Ni voy a permitir que le arruines a tu hermana su boda, con tu actitud de víctima. Desde ahora te vas a encargar de los preparativos para el banquete y cuidadito y yo te vea una mala cara o una lágrima, ¿me oíste?...¿Qué te pasa? ¿Por qué tiemblas, vamos a empezar con problemas?” (25). Para crecer como adulto y como mujer, es imperioso tener contacto físico y emocional con otros. Se tiene que encontrar la persona que es por experiencia personal y haciendo los propios errores. Tita no pudo hacer nada de esta manera.

Finalmente vemos una rebeldía contra Mamá Elena cuando ellos oyen sobre la muerte de Roberto: “¡Mire lo que hago con sus órdenes! ¡Ya me cansé! ¡Ya me cansé de obedecerla! ¡Usted es la culpable de la muerte de Roberto!” (100). El momento que pudo salir del rancho, lo hizo, pero no lo hizo con una nariz y espíritu rotos. Halevi-Wise en su crítica de la novela nota “Las manos de Tita-que en sí representan la regimentada esclavitud impuesta por su madre-desean escapar por la ventana al verse libres de las órdenes a las que están acostumbradas” (513). E inmediatamente, se sentía libre; tan libre que disfrutó en no hacer absolutamente nada. La novela pasa un tiempo significante hablando sobre la libertad de las manos de Tita: “Podían hacer cualquier cosa o convertirse en cualquier cosa. ¡Sí pudieran transformarse en aves y elevarse volando!” (109).

Por otro lado, tenemos el papel de Mamá Elena. Es uno muy interesante, porque sigue el rol típico del hombre en casa. Chenoa Flippen habla sobre la mujer mexicana en su artículo sobre las mujeres y el género: “The Mexican husband is often portrayed as an authoritarian, patriarchal figure who is head and master of the household, and who enjoys the highest status in the family. The wife, in turn, is depicted as submissive and faithful, shunning the public sphere to fulfill her domestic responsibilities” (607). De esta descripción, podemos ver que Mamá Elena sigue las responsabilidades típicas del hombre. No muestra emoción a las hijas y no se identifica para nada con ellas. De verdad, no muestra otra emoción excepto el enojo. Está mucho más preocupada por la vista, o sea, cómo aparece su familia a otros (Ibsen 140). Por alguna razón que nadie sabe, siente una enorme cantidad de odio para Tita; tanto que en toda la comida que come preparada por Tita, nota un sabor del veneno. Como hemos notado antes, Tita tiene que cuidar de su madre hasta que muere y hacer todas las tareas que dicta.

No acaban de empezar a moler, cuando Mamá Elena entró a la cocina, preguntando por qué no estaba llena la tina para su baño…A una orden de su madre, Tita le ayudaba a secarse y a ponerse lo más pronto posible la ropa bien caliente, para evitar un resfrío…En opinión de Mamá Elena, con el baño pasaba lo mismo que con la comida: por más que Tita se esforzaba siempre cometía infinidad de errores (94-95).

Eventualmente, Tita regresó al rancho para cuidar de Mamá Elena por culpabilidad. Y como siempre, no entendió su odio para todo: “Nunca le había entendido. Escapa a su comprensión el que un ser, independientemente del parentesco que pudiera tener con otro, así nomás, con la mano en la cintura rechazara de una manera tan brutal una atención” (131).

Después de la muerte de Mamá Elena, Tita pudo encontrar alguna paz. “Hasta ahora, después de muerta, la veía por primera vez y la empezaba a comprender. Quien la viera podría fácilmente confundir esa mirada de reconocimiento con una mirada de dolor, pero Tita no sentía dolor alguno” (137). Encontró una llave que abrió un cofre, y aquí es dónde empezamos con la capacidad de dar a Elena unas características más humanas. Encontró un paquete de cartas dirigidas a Mamá Elena, y “se enteró de la verdadera historia de amor de su madre” (138). Se dio cuenta que su madre había tenido una aventura con un negro, José Treviño, y que hubo una vez en que su madre estuvo enamorada. Fue una historia muy trágica:

Mamá Elena había intentado huir con José al enterarse de este embarazo, pero la noche en que lo esperaba escondida tras los oscuros del balcón presenció cómo un hombre desconocido, sin motivo aparente, protegiéndose entre las sombras de la noche atacaba a José eliminándolo de este mundo. Después de grandes sufrimientos Mamá Elena se resignó entonces a vivir al lado de su legítimo marido (139).

Quizás ahora podemos entender mejor la personalidad de Mamá Elena. Perdió el amor de su vida; es posible que quisiera que Tita sufriera tanto como ella. También es posible que tuviera un odio especial por Tita porque nació después de la muerte de su amor. De esta manera, Tita fue un símbolo de la vida cargada por Juan de La Garza. Aún después de su muerte, tuvo Tita como recuerdo. A pesar de todo, fue muy importante que Tita viera esas cartas. La capacidad de brindar sentimientos y dolores humanos a su madre dejó que sintiera una paz, aún el espíritu de su madre permanecía. “Durante el entierro Tita realmente lloró por su madre. Pero no por la mujer castrante que le había reprimido toda la vida, sino por ese ser que había vivido un amor frustrado. Y juró ante su tumba que ella nunca renunciaría a ese amor, pasara lo que pasara” (140).

Tita empezó a sentirse mucho más cómoda en su sensualidad y su vida en general. Finalmente hablaron Tita y Rosaura sobre lo que había pasado años antes: “Y que voy a romper cuantas veces que sea necesario, mientras esa maldita tradición no me tome en cuenta. Yo tenía el mismo derecho a casarme que tú, y tú eras la que no tenía derecho a meterse en medio de dos personas que se querían profundamente” (214). Después de la muerte de su hermana Rosaura, Tita y Pedro finalmente pueden estar juntos. Y el resultado es tan fuerte y bello que Pedro muere, y Tita le sigue por su propia decisión. Es importante notar que aún Tita empezó como una mujer típica (sumisa, tímida, y débil), a través del conflicto puede crecer. Encuentra una manera de hacer frente a su pasado y a su madre, y a última hora alcanza la felicidad más increíble del mundo. Y lo único que le sostenía durante esos años obscuros, el arte de cocinar, todavía vive de alguna manera.

La narradora del cuento es la sobrina nieta de Tita. Sus padres son Alex y Esperanza, el hijo de John Brown y la hija de Pedro. Esperanza prepara los recetes de Tita frecuentemente, y a través de esta tradición su hija (la narradora) dice que Tita todavía vive. “Yo no sé por qué a mí nunca me han quedado como a ella y tampoco sé por qué derramo tantas lágrimas cuando las preparo, tal vez porque soy igual de sensible a la cebolla que Tita, mi tía abuela, quien seguirá viviendo mientras haya alguien que cocine sus recetas” (248).

Bibliografía

Esquivel, Laura. Como agua para chocolate. New York: Anchor Books, 1994.

Halevi-Wise, Yael. “Simbología en Como agua para chocolate: la saves y el fuego.” Revista

Hispánica Moderna. Vol. 2. (1999): 513-522. Jstor. Grand Valley State University. 26 septiembre 2010. .

Isben, Kristine. “On Recipes, Reading and Revolution: Postboom Parody in Como agua para

chocolate.” Hispanic Review. Vol. 63. (1995): 133-143. Jstor. Grand Valley State University. 26 septiembre 2010. .

Parrado, Emilio A. y Flippen, Chenoa A. “Migration and Gender among Mexican Women.”

American Sociological Review. Vol. 70. (2005): 606-632. Jstor. Grand Valley State University. 26 septiembre 2010. .

Valdés, María Elena. “Verbal and Visual Representation of Women: Como agua para

chocolate/Like Water for Chocolate.” Board of Regents of the University of Oklahoma. Vol. 69. (1995): 78-82. Jstor. Grand Valley State University. 26 septiembre 2010. .

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